Opinión / Entomafobia

La ira

¡Qué días tan raros estamos viviendo, mis queridos entomafóbicos!

Desde la más alta tribuna del país se pretende matar (metafóricamente) al mensajero y nos olvidamos de analizar el mensaje.

Lo ocurrido este fin de semana tras la exhibición de los supuestos ingresos de Loret de Mola en el circo mañanero es, por decir lo menos, vergonzoso. No voy a meter las manos al fuego por las motivaciones o intereses detrás de la figura principal de Latinus, porque más allá de algunas especulaciones, las desconozco. Yendo más allá, no dudo que haya realmente una intención de golpeteo detrás de cada nota que lleva su rúbrica.

Sólo que Loret ha documentado y exhibido las pruebas en las que se sostienen sus investigaciones y López Obrador ha fallado, titular tras titular, en desmentirlo, dejando ver un rostro iracundo que, arengando cifras NO CORROBORADAS (en sus propias palabras) en franca actitud revanchista.

Lo delicado, si se me permite llamarlo así, es que al presidente no le importa la legalidad, no le importa la bajeza, no le gusta que se cuestione ni a él ni a su círculo cercano, detesta patológicamente la rendición de cuentas, no le importa terminar con prebendas ni compadrazgos, lo único que le interesa es que sus caprichos se cumplan, que su visión no se discuta y que la corrupción de los suyos no se exhiba.

La duda no es que intención lleva Loret con su estilo particular de ejercer el periodismo. Lo que debemos preguntarnos es si existe en realidad conflicto de interés alrededor de la casa de Houston. La duda es si en verdad hubo cabildeo de la familia política del presidente en la compra de Deer Park.

El presidente, su hijo, su nuera y sus aplaudidores ya han dado sus explicaciones, que las crean los que quieran, lo que las pongan en duda los que quieran y que las den por descontadas quien ya esté cansado del espectáculo patético. Los ciudadanos tenemos a los medios (los que elijamos por gusto o afinidad) y las redes. El presidente al aparato del estado que no se limita al templete de Palacio ¿creemos, dudamos o investigamos? Lo que decidamos tiene un costo.

Estamos a la mitad del sexenio, que es ya el más peligroso para el ejercicio del periodismo y si bien muchos comunicadores no son ejemplo de una ética periodística intachable, no es papel del primer mandatario decidir quién es o no un buen periodista, ya ni hablar de qué sí o qué no se puede transmitir a las audiencias, en todo caso, esto es una prerrogativa de estas.

La arenga diaria del presidente contra Loret, López Dóriga, Dresser, Aristegui o quien se le atreviese ese día no es sana, no es deseable, roza en lo ilegal (y esto último da para mucho, pero dejemos que sean los leguleyos-comentocratas quienes lo exhiban)  y sólo le echa más leña al fuego de la estigmatización al oficio que contabiliza 30 periodistas asesinas en el gobierno del cambio… 5 en los 45 días que han transcurrido de 2022.  No, la actitud rijosa del presidente frente a la prensa no ayuda ante este panorama.

Lo que ayudaría al presidente y su imagen pública son resultados, pero estos, en el renglón que los busquen, brillan por su ausencia… como esta columna a últimas fechas, pero ya nos pondremos al día, mis fieles tres lectores.

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