Opinión / Entomafobia

A río revuelto...

Lo que vimos el fin de semana durante la elección interna de delegados (lo que sea que esto signifique) de Morena, es sin duda la fotografía perfecta no sólo del llamado “movimiento”, sino de sus dirigentes y, sobre todo, de su figura más destacada: el presidente de la república.

 A río revuelto, ganancia de pescadores: el acarreo masivo, la compra de votos, el “mapacheo”, la afiliación “en caliente”, la amenaza a grupos vulnerables de perder sus programas sociales si no “apoyaban al partido”, vaya, las prácticas del PRI de siempre estuvieron ahí ¿y todo para qué? Para que los candidatos palomeados desde palacio fueran los que salieran electos y el consejo nacional quede planchadito y a modo de su fundador.

Sin sorpresa, los disturbios y la violencia no se hicieron esperar y los que vimos en las benditas redes sociales no debería de sorprendernos, porque en realidad no dista mucho de lo que ocurre en el país: el presidente interviene en la vida interna de su partido, divide, polariza a sus huestes, carga los dados a través de sus repetidores y luego finge que nada pasó, que sólo fueron hechos aislados y, sobretodo, elude su propia responsabilidad en lo ocurrido, culpa a los conservadores, a los infiltrados, a los que quieren ver fracasar su “transformación”… vaya, lo que dice cada mañana desde el pulpito del palacio.

En realidad, no veo novedad en nada de lo ocurrido ¿Qué puede esperarse de un ejercicio sin una metodología rigurosa? ¿Qué puede esperarse de una elección sin árbitro ni juez? ¿Qué resulta de la opacidad en la ejecución, desarrollo y calificación de la elección? Eso, la imposición de la voluntad de una sola persona sobre la de los millones que han depositado su confianza en este. Vamos, una simulación más de tantas de este remedo de transformación.

Morena es hoy el partido que más estados gobierna, que tiene mayorías en las cámaras y todo eso lo lograron en un tiempo récord. Sí, en gran medida por el carisma de AMLO, porque su discurso simplón es pegajoso entre una mayoría que se ha sentido excluida sexenio tras sexenio. Porque un grupo importante de personas de todos los estratos confiaron en una propuesta que prometía un cambio y se organizaron y trabajaron con la población “de a pie” para lograr arrebatarle a los grupos políticos de siempre el poder… el único detalle es que sólo cambiaron de siglas y colores, porque lo más rancio de ese PRI que hoy agoniza se les coló en su estructura, porque lo más rijoso del perredismo también lo absorbieron y a lo más conservador del PAN le dieron cabida…

En lo personal me queda un consuelo: tan rápido subieron que del mismo modo caerán. Y no será por la intervención de un agente externo, llámense conservares, empresarios, oposición partidista, clase media aspiracionista, los Estados Unidos injerencistas o el reino de España. Caerán por su propio canibalismo; caerán porque se dijeron distintos y resultaron igual de corruptos. Caerán por la falta de resultados llanos: medibles y calificables; por opacos; por demagogos; por indolentes y esto último terminará de matar la esperanza que tanto cacarearon.

Y sin su figura insignia fuera de la boleta (que no fuera del proceso), ese que genera unión y división por igual y con un INE con apoyo de la ciudadanía, será el guamazo.  

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