Cori Gauff, de 15 años, elimina en Wimbledon a Venus Williams

Por: Administración
2019-07-01 15:29:04
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“Ojo, porque esta chica juega bien, pero que muy bien, ¿eh?”.

La descripción, hecha a primera hora de la mañana a la entrada del vestuario por una persona que lleva toda una vida en el circuito y sabe un rato de tenis, coincide con lo visto unas horas después en la Centre 1 de Wimbledon. Allí, a ras de hierba, la joven Cori Gauff, una niña que ya hizo ruido convirtiéndose en la jugadora más joven que lograba el acceso al grande británico con solo 15 años y 110 días, sigue aportando motivos para hablar y escribir. Vence con un aplomo impropio de su edad a la veterana Venus Williams, 24 años mayor, y certifica su pase a la segunda ronda para destaparse definitivamente: de seguir por la misma línea, la raqueta habrá ganado una nueva heroína.

Cuando todo esto ocurre, la inexperiencia aflora y ella se salta el protocolo. Incrédula, estrecha en primer lugar la mano al árbitro y después hinca la rodilla junto a su banquillo, tratando de digerir lo ocurrido. Acaba de tumbar (doble 6-4) a Venus, una tenista imperial que a sus 39 años colecciona siete Grand Slams, cinco de ellos obtenidos sobre la alfombra de La Catedral; cuatro, antes de que Gauff ni siquiera hubiera nacido. Esto sucedió el 13 de marzo de 2004. Por eso, sus padres se abrazan y dan brincos en la grada inglesa, que asiste a la victoria más precoz en el torneo desde 1991. Entonces derribó la puerta su compatriota Jennifer Capriati, con 15 años y 96 días.

“Ahora mismo no sé explicar qué siento…”, dice Gauff nerviosa, con la voz temblorosa. Es decir, nada que ver con lo visto antes en la pista, donde juega como si llevase toda una vida en el circuito. Por momentos, no es fácil distinguir quién es la maestra y quien es la aprendiz, porque mientras ella no pierde en un solo momento el temple, Venus gesticula, vocifera y se lamenta, porque sabe muy bien cuál va a ser el desenlace, haga lo que haga. Lleva un tiempo de capa caída Williams, pero a sus espaldas arrastra una cifra sin igual: con sus 83 majorsdisputados, presume de ser la tenista, hombre o mujer, que más grandes torneos ha jugado hasta estos días.

Un híbrido de las Williams

Pues ni aun así le tembló el pulso a Gauff, una advenediza a la que ya se rifan las marcas. A los 10 años ya había firmado su primer contrato, con la multinacional estadounidense Nike, y hoy día acumula un millón de dólares en ganancias por los patrocinios. Saben muy bien lo que hacen Roger Federer y su equipo, la empresa Team 8, que desde bien temprano olfatearon el talento de Gauff y la reclutaron para su causa. “Es una competidora increíble”, la define Patrick Mouratoglou, el técnico de Serena y por cuya academia ha pasado la estadounidense, nacida en Atlanta y testigo en sus primeros años de los éxitos de las hermanas Williams, a las que pretende emular.

Entre bambalinas, las voces son discordantes sobre el estilo. Hay quienes le comparan con Serena por la determinación en el juego y el ascenso mediático que ha protagonizado desde hace un par de años, y los hay quienes la asemejan a la propia Venus por su fisionomía longilínea y su estar reposado. En cualquier caso, Gauff parece un híbrido de las dos. Es hielo y fuego a la vez. Pelotea con cabeza y no se acelera, pero tiene un golpeo duro. “La idea era tener en cuenta que esta pista de tenis mide lo mismo que cualquier otra, aunque lo que me rodeara fuera mucho más grande que en otros partidos. Ahora mismo estoy viviendo un sueño ahora”, decía.

Mientras tanto, su adversaria, Venus, ofrecía un margen más que generoso a la proyección de la joven. “Creo que el límite es el cielo”, expresó Williams, que accedió al circuito profesional 10 años antes de que Gauff (1,76 de estatura) naciera. “Me ha dicho que continúe así. Yo le he dado las gracias por todo lo que hizo. Yo no estaría aquí si no fuera por ella. Venus me inspiró y siempre quise decírselo, pero nunca había podido hacerlo”, cerró feliz la debutante, que de repente encontró todos los ojos del planeta tenis sobre ella.

Fuente: Alejandro Ciriza / El País