Un Hammond de Tamaulipas a 49 años de Avándaro

Por: Administración
2020-09-11 16:00:33
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“Qué difícil definirlo… se vio impresionante, pero quizás me quedaría corto”. A Esteban Aguilar se le nota la emoción de recordar aquella mañana y tarde del 11 de septiembre en el pueblito de Avándaro, “un lugar de paisajes hermosos” que se convertiría en el escenario del segundo concierto más grande de la historia.

Era muy joven. Apenas unos años atrás había dejado de tocar la música popular para seguir el camino de Wayo Roux con su División del Norte, agrupación que junto a otras como la Revolución de Emiliano Zapata, estaban encontrando eco en el rock mexicano.

“Era un lodazal, habían tenido música un día antes… nosotros íbamos en camiones, ahí íbamos todos juntos, Los Yaki, Three souls in my mind (hoy El Tri), yo realmente era muy chavo, estaba muy impresionado”.

Entrena antes de ensayar

El que fuera joven no era una limitante para ser un músico de primera clase. Cuenta que desde muy niño tomó clases de música en el IRBA de Tampico, y a muy temprana edad comenzó a hacer música con diversas agrupaciones, tanto de música clásica como de bailable, aunque en sus venas corría el rock. En Tampico lo hizo con Los Pájaros Azules. 

Años después, a principios de 1971 se une a la División del Norte, una agrupación que seguía la “súper onda chicana” de bandas mexicanas que cantaban en inglés, y donde pudo probar una mayor exigencia para su música. Ahora estaba en “Rock y Ruedas” el festival de Avándaro que se inmortalizó.

“Eran muy dedicados, vaya, siempre ‘entrenaban’, así le dicen a practicar, y no te hablo de ensayo de grupo, sino a antes de eso, llegaban todos y te preguntaban, ‘¿ya entrenaste?’, porque tenías que practicar tu solo tu sesión y tus partes antes del ensayo con todos los músicos… de verdad éramos muy profesionales”.

En la División del Norte estuvo cerca de 5 años, y migró hacia otros géneros musicales, incluso en el extranjero, no sin antes dejar huella en Avándaro.

Un público sin fin

Ese once de septiembre La División del Norte fue la tercera de once bandas que subieron al enorme escenario ante un público que se estima que pudo reunir a más de 400 mil asistentes.

“No se veía el fin de la gente, y eso que el escenario era altísimo, quizá del tamaño de una casa de dos pisos, y era muy grande, como para tres grupos al mismo tiempo… era mucho para la época”.

Ese día tocó un Hammond B3, entre el peace and love, el ruido omnipotente, el lodazal y mucho rocanrol. Él no esconde su pasión por ese instrumento y reconoce en Jon Lord y Keith Emerson a los grandes ejecutantes.

Años después tendría su propio Hammond y hoy incluso, está guardado y protegido para evitarle daños.

“Yo veía a todos felices. Muchos hablaban que eran un degenere y esas cosas, pero no fue así, no era de drogas y eso, por lo menos, y te lo puedo asegurar, el grupo nunca se metió eso, no lo necesitábamos, y ese día no ví más que muchísima gente en torno a la música”.

La División de Avándaro

La División del Norte estaba conformada por Pepe Ramos en la Trompeta, David Garza en el bajo, Raul Sauceda en el sax, Angelillo en la guitarra,Raúl Fong en la batería, Wayo Roux en la voz y Esteban en los teclados.

Fuente: Erik Vargas / Milenio